Antonio Menchen
ojo mano
Inauguración: 11 de febrero de 2023
Cierre: 25 de marzo de 2023
La Galería Marta Cervera tiene el honor de presentar “ojo mano”, la primera exposición individual de Antonio Menchen en la galería. La exposición permanecerá abierta al público del 11 de febrero al 18 de marzo de 2023.
Quizás esto sea como un accidente de tráfico que pasa a cámara lenta. El golpe aún está por terminarse, los cristales por volar, las heridas por hacerse, las cicatrices por marcarse. Y mientras estamos en el coche, cerrando fuerte los ojos, entonces se aparecen a la vez todas las imágenes.
Una persona de espaldas. Los mechones de pelo cubren la nuca, resbalan silenciosos sobre la camisa estampada. No se le distingue la cara. El cráneo es una cámara oscura. Hay imágenes que desaparecen detrás de otras y con el tiempo vuelven a emerger: muebles, peinados, moda, productos varios. Las manos las sacan de las cajas, las desplazan, las superponen, las voltean, las vuelven a guardar, las seleccionan en unas relaciones potenciales, casi táctiles. Hay un hilo invisible que conecta en una coreografía distante dos partículas diferenciadas que por un momento se asemejan. Se movilizan partes como quién estira una prenda para poder finalmente ver la costura.
Todos esos desplazamientos en autobús. Todos esos puentes que cruzamos. Existen puentes de muchos tipos. A veces las palabras son escasas o hay demasiada distancia entre ellas y nosotros. El lenguaje debería ser puente, pero en demasiadas ocasiones resulta ser una isla. Poner algo al lado de otra cosa es el deseo de trazar una construcción. En los puentes nos encontramos. Por los puentes nos escapamos. La nueva lengua cobra vida cuando la primera flaquea. Como un gesto de mano que se dispara transformándose en marioneta, manifestándose más real que la palabra pronunciada. Hay otro mundo, pero está dentro de este.
Hay una cabeza de ciervo coronando la mesa del restaurante. Los vellos color crema rodeando ordenadamente los ojos vidriosos de resina, una línea que cae como una lágrima negra y densa, el hocico seco. Sobre nosotros sobrevuela la rigidez de un cuerpo seccionado, inmóvil, la carcasa de algo que en algún momento debió de latir y albergar calor. Solo es un guante, una piel, una imagen que arrastra consigo el recuerdo de lo vital. La taxidermia encarna una muerte que no acaba nunca, una muerte que siempre sigue muriendo. Lo vivo solo permanece como recuerdo para aquellos que desde abajo la miramos mientras separamos con el cuchillo la carne del hueso, alimentándonos, intentando olvidar que también nosotros transitamos hacia ese destino.
¿Recuerdas cuando pensábamos que había fantasmas? Un vaso transparente lleno de agua, erguido, solo, que, en su materialidad frágil, en su invisibilidad, espera a ser descubierto. La inexistencia del recuerdo de esa mano que lo traslada del estante a la encimera de formica, de esa mano que abre el grifo y lo llena de agua, hace hueco a la sospecha. Quizás no era eso. Tal vez simplemente habíamos olvidado los movimientos de nuestro cuerpo, como si se hubiera transformado en una serie infinita de imágenes espectrales que éramos incapaces de evocar. La falta de memoria es como la falta de ráccord en el montaje cinematográfico. Una imagen, un fragmento no capturado, perdido. Raccord viene del francés y en español nos suena a recuerdo, pero recuerdo es en realidad souvenir. Al levantar el vaso había una huella, un cerco de humedad, una reproducción plana de su forma que testimoniaba la presencia prolongada del objeto sobre el mueble.
Hay cuerpos que se mueven a tientas en una habitación a oscuras. Un punto de luz brillante. En el escenario una miniatura de sí mismo se acopla a su brazo como una extensión de su cuerpo. El ventrílocuo hace descender sus palabras al estómago y las extiende y proyecta por su extremidad, hasta hacerlas aparecer por una boca inerte, más pequeña, pero replicante en forma y función a aquella que permanece cerrada. En ese desplazamiento físico del lenguaje, el ventrílocuo a través del disfraz exploraba los matices de una voz propia nueva. O tal vez justamente esa miniatura de sí era la alteridad necesaria que le proporcionaba sensaciones y palabras que emergían en su mente con una frescura renovada. En la oscuridad y el silencio nos prestamos a esa teatralidad primitiva, consabida y sincera, siendo participes de aquel sucedáneo del mundo cifrado por la duplicidad. Como el insecto que se asemeja a una rama y se transforma miméticamente en un doble de su fondo en un acto de comprensión y disolución con el entorno.
Cada vez se distinguen menos los límites de su cuerpo, aún no está acabado, en la habitación sigue creciendo, todavía no ha tomado las formas definitivas, se hace a cada instante. Una colección de fotografías es un objeto que sale despedido y no se sabe dónde golpeará, su trayectoria es aún indescifrable. Una hipótesis, un gesto hacia el futuro pero que se mantiene en un presente continuo como un eco que perdura y se expande, que fragmenta la continuidad y se acumula en el aire. La intermitencia es la naturaleza material de la fotografía. Colocar una imagen al lado de otra es generar espacios, ahuecar en el modo en que lo hace la escritura.
Cuando las imágenes se quedan solas, al otro lado de la pared puedes sentirlas moverse. Como un tejido celular, cada añadido se significa por lo anterior a la vez que modifica el sentido del conjunto. Si no las miras se funden en una masa informe blanquinegra, se desordenan, cambian, esperando a ser rescatadas nuevamente por un ojo que pasee sobre ellas, que las tome y las rehaga. La lectura, dice Ezra Pound, es un arte de la réplica.
- Marta van Tartwijk
Antonio Menchen (Toledo, 1983), vive y trabaja en Madrid. Termina sus estudios de Bellas
Artes en Madrid en 2007, completando su formación en los departamentos de escultura y cine de la Academia de Bellas Artes de Viena en 2012, donde estudió con Julian Göthe y Constanze Ruhm. Recibe su MFA en Goldsmiths College de Londres en 2014. Ha realizado exposiciones individuales en el espacio de proyectos de la galería Luis Adelantado de Valencia (2021), Bulegoa z/b en Bilbao (2019). Su obra ha sido expuesta en Galería Marta Cervera (2021), Artium, Vitoria–Gasteiz (2020), Sant Andreu Contemporani, Barcelona (2019), TEA, Tenerife (2019), Harriak-EREMUAK, San Sebastian (2019), Fabra i Coats, Barcelona (2019), Centro Párraga, Murcia (2019), CA2M, Madrid (2018), The Showroom, Londres, (2015), Akademie der Bildenden Künste Wien, Viena, (2012), Espacio F, Madrid, (2005). Menchen ha sido galardonado con la Beca de Artes Visuales de la Fundación Botín y la Beca de Producción artística de la Blueproject Foundation. Actualmente es artista residente en la Fondation Fiminco en París.
/
Antonio Menchen
ojo mano
Opening: February 11, 2023
End: March 25, 2023
Galería Marta Cervera has the honor to present ‘ojo mano’, the first solo exhibition by Antonio Menchen at the gallery. The show will be on view from February 11 until March 18, 2023.
Perhaps this is like a traffic accident taking place in slow motion. The impact has yet to finish, the shards of glass to fly, the wounds to be inflicted, the scars to be marked out. And while we are in the car, tightly closing our eyes, all the images appear at once.
A person seen from behind. Locks of hair cover his neck, silently slipping down over the printed shirt. His face cannot be seen. The skull is a camera obscura. There are images that disappear behind others and re-emerge after a time: furniture, hairstyles, fashion, various products. The hands take them out of the boxes, move them about, superimpose them, turn them over, put them away again, select them in potential, almost tactile relationships. There is an invisible thread that, in a distant choreography, connects two differentiated particles that for a moment resemble each other. Parts are mobilised like someone stretching a piece clothing to be able to finally see the seam.
All those trips by bus. All those bridges that we crossed. There are many types of bridges. At times words are scarce or there is too much distance between them and us. Language should be a bridge, but on too many occasions it proves to be an island. Placing something next to something else is the desire to trace a construction. We meet on bridges. We escape over bridges. The new language comes to life when the first is faltering. Like a gesture of the hand that goes out of control and becomes a marionette, showing itself to be more real than the spoken word. There is another world, but it is inside this one.
There is a deer’s head set above the table in the restaurant. The cream-coloured hairs neatly surround the glazed resin eyes, a line that falls like a dense, black tear, the dry snout. Hovering over us is the rigidity of a sectioned, immobile body, the carcass of something that at one time must have been warm and had a beating heart. It is only a glove, a skin, an image that drags with it the memory of what was living. Taxidermy incarnates a death that never ends, a death that always continues to die. The living being only remains as a memory for those observing it from below while using our knives to separate flesh from bone, feeding ourselves, trying to forget that we too are travelling towards that destiny.
Do you remember when we thought that there were ghosts? A transparent glass full of water, upright, alone, which, in its fragile materiality, in its invisibility, waits to be discovered. The non-existence of the memory of that hand that moves it from the shelf to the formica counter, of that hand that turns the tap and fills it with water, makes a gap for suspicion. Perhaps it wasn’t that. Perhaps we had simply forgotten the movements of our body, as if it had changed into an infinite series of spectral images that we were incapable of evoking. Lack of memory is like the lack of raccord in cinematographic editing. An image, an uncaught, lost fragment. Raccord comes French and in Spanish it sounds like recuerdo, but recuerdo really means souvenir. On raising the glass there was a mark, a damp circle, a flat reproduction of its form that was a witness to the prolonged presence of the object on the furniture.
There are bodies that feel their way blindly in a dark room. A bright point of light. On the stage a miniature copy of himself is connected to his arm like an extension of his body. The ventriloquist makes his words descend to his stomach; he extends and projects them along his limb to make them emerge through the smaller, inert mouth, which replicates in form and function the one that remains closed. In this physical displacement of language, by means of this disguise, the ventriloquist explored the nuances of a new voice of his own. Or perhaps that miniature of himself was precisely the necessary alterity that provided him with the sensations and words that would emerge in his mind with renewed freshness. In the darkness and the silence we take part in that primitive, well-known and sincere theatricality, making ourselves a party to that substitute for the world encoded in duplicity. Like the insect that resembles a branch and mimetically transforms itself into a replica of its background, in an act of understanding and dissolution into the setting.
The limits of the body of work are increasingly difficult to distinguish, it is still not finished, it continues to grow in the room, it has not yet acquired its definitive forms, it is being made at each instant. A collection of photographs is an object that is ejected and no one knows where it will strike, its trajectory is still indecipherable. A hypothesis, a gesture towards the future but that is kept in a continuous present like an echo that lasts and expands, which breaks up continuity and accumulates in the air. Placing one image beside another generates spaces, hollows out spaces in the way that writing does.
When images are left alone, you can feel them moving on the other side of the wall. Like cellular tissue, each additional image acquires meaning due to the previous one, while altering the meaning of the ensemble. If you don’t look at them, they melt into a formless, black and white mass, they become disordered, they change, waiting to be rescued once again by an eye that travels across them, that takes them up and reassembles them. Reading, according to Ezra Pound, is an art of replicating.
- Marta van Tartwijk
Translated by Robert Curwen
Antonio Menchen (Toledo, 1983) lives and works in Madrid. He studied his BFA in the Fine Arts Academy of Madrid in 2007 and completed his education at the Scuplture and Film Departments of the Fine Arts Academy in Vienna in 2012, where he was a student of Julian Göthe and Constanze Ruhm. He received his MFA at Goldsmiths College of London in 2014. Solo exhibitions of his works have taken place at the project room of Luis Adelantado Gallery, Valencia (2021) and Bulegoa z/b, Bilbao (2019). His work has been exhibited at Galería Marta Cervera, Madrid (2021), Artium, Vitoria–Gasteiz (2020), Sant Andreu Contemporani, Barcelona (2019), TEA, Tenerife (2019), Harriak-EREMUAK, San Sebastian (2019), Fabra i Coats, Barcelona (2019), Centro Párraga, Murcia (2019), CA2M, Madrid (2018); The Showroom, London, (2015), Akademie der Bildenden Künste Wien, Vienna, (2012) or Espacio F, Madrid, (2005). Menchen has been recipient of the Visual Arts Grant of the Botín Foundation, the Artistic Production Grant of the Blueproject Foundation and is now an artist in residency at the Fondation Fiminco in Paris.